martes, 15 de septiembre de 2009

Lo que es ser mediocre

Imagínese usted a dos vagos, ¡pero vagos, vagos!, están descansando debajo de un puente, a las tres de la mañana, tomándose una botella de licor. Uno le dice al otro: “oye, tú eres un fracasado, un frustrado, en cambio yo soy un realizado”. El otro vago, sorprendido le pregunta: “¿fuiste a algún curso de filosofía? ¿Qué te pasa, por qué me dices eso?.” “Pues es muy sencillo, tú siempre quisiste ser rico y yo siempre quise ser vago”.

Esa es la respuesta; una persona que tiene sueños de riqueza y es pobre, es mediocre. Una persona rica, llena de conflictos humanos, que hubiera deseado tener una mejor forma de vivir o una sabiduría especial y no lo ha logrado a pesar de su dinero, también es fracasado. 

  El éxito es lograr nuestra máxima ambición, aquello que deseamos en la vida. Y el fracaso es una lección que tenemos que aprender y asimilar.




El elefante encadenado

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales.
También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la
enrome bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y
hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que
aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era
solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos cent ímetros en la tierra. Y aunque la cadena era
gruesa y poderosa me parec ía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza,
podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué
no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún
maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no
se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo
encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del
elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la
misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio
como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca
parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo
su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al
día siguiente volvi ó a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su
historia, el animal acept ó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos
en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia,
de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar
seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

El buscador

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador
Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco esa alguien que
sabe lo que está buscando. Es simplemente para quien su vida es una búsqueda.
Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a
esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos
días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una
colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un
montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de
madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y
sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y
empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los
árboles. Dejó que sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella
inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse
cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de
tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la
piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acerc ó a leerla dec ía “Llamar Kalib, vivi ó 5 años, 8 meses
y 3 semanas”. El buscador se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y
cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto,
pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas
sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sent ó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio
pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta
ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa
sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?.
El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una
vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta
que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta
intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fu lo disfrutado…, a la derecha, cuanto
tiempo duró ese gozo. ¿ Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y
el placer de conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… la emoción del primer
beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el
nacimiento del primer hijo? …, ¿y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más deseado…?, ¿y el
encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?…
¿horas?, ¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra
costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es,
para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.

Animarse a volar

..Y cuando se hizo grande, su padre le dijo:
-Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, opino que sería
penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.
-Pero yo no sé volar – contestó el hijo.
-Ven – dijo el padre.
Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña.
-Ves hijo, este es el vac ío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al
abismo. Una vez en el aire extenderás las alas y volarás...
El hijo dudó.
-¿Y si me caigo?
-Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el siguiente intento –
contestó el padre.
El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida.
Los más pequeños de mente dijeron:
-¿Estás loco?
-¿Para qué?
-Tu padre está delirando...
-¿Qué vas a buscar volando?
-¿Por qué no te dejas de pavadas?
-Y además, ¿quién necesita?
Los más lúcidos también sentían miedo:
-¿Será cierto?
-¿No será peligroso?
-¿Por qué no empiezas despacio?
-En todo casa, prueba tirarte desde una escalera.
-...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven escuchó el consejo de quienes lo querían.
Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó...
Desplegó sus alas.
Las agitó en el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra...
Con un gran chichón en la frent e se cruzó con su padre:
-¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di!. No soy como tú. Mis alas son de adorno... –
lloriqueó.
-Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se
desplieguen.
Es como tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar.
Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.
Si uno quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como siempre.

¿Como crecer?

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.
El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.
Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía
florecer como la Rosa.
La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una fresia,
floreciendo y más fresca que nunca.
El rey preguntó:
¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?
No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un
Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresia de la mejor manera
que pueda".
Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mirate a vos mismo.
No hay posibilidad de que seas otra persona.
Podes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor por vos, o podes marchitarte en tu propia condena...

Lo que cuesta una vida

Una tarde, un pequeño se acercó a su madre que preparaba la cena en la cocina, entregándole una hoja de papel en la que había escrito algo. Después de secarse las manos y quitarse el delantal, ella leyó lo que decía la nota: 
- Cortar el césped del jardín… 15.00 
- Limpiar mi cuarto esta semana… 5.00 
- Cuidar de mi hermano… 5.00 
- Ir a la panadería… 0.50 
- Sacar la basura toda la semana… 2.50 
- Libreta con buenas calificaciones… 50.00 
- Limpiar el patio… 5.00 

- TOTAL ADEUDADO… 83.00 
La madre lo miró con fijeza mientras él aguardaba expectante. La madre tomó un lapicero y en el reverso de la misma hoja anotó: 
- Por llevarte 9 meses en mi vientre 
y darte la vida… NADA 

- Por tantas noches de desvelos, 
curarte y orar por tí… NADA 

- Por la alegría y el amor de nuestra 
familia… NADA 

- Por temor y preocupaciones cuando 
enfermabas … NADA 

- Por comida, ropa y educación… NADA 

- Por tomar tu mano y darte apoyo… NADA 

Cuando el niño terminó de leer lo que había escrito su madre, 
tenía los ojos llenos de lágrimas. 
La miró a los ojos y le dijo: 
“Te quiero mamá…”; 
luego tomó el lapicero y escribió con letra muy grande: “TOTALMENTE PAGADO”. 

Moraleja: Así somos las personas, como niños, queriendo recompensa por las buenas acciones que hacemos. 
Es difícil entender que la mejor recompensa es el AMOR y, que para nuestra suerte, es totalmente GRATIS!!!

Se despide un genio

“Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. 
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. 

Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Escucharía cuando los demás hablan y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate! 

Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma. 

Dios mío si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que les ofrecería a la luna. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos... 

Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida... No dejaría pasar un sólo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre que son mis favoritos y viviría enamorado del amor. 

A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse! 

A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido. 

Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. 

He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre. 

He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo. 

Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas. Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más. Si supiera que esta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría “te quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes. 

Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. 

El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles “lo siento”, “perdóname”, “por favor”, “gracias” y todas las palabras de amor que conoces. 

Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus amigos cuanto te importan.” 

Si no lo haces hoy, mañana será igual que ayer. Y si no lo haces nunca tampoco importa. 

Ponle acción a tus sueños. El momento es éste.